Cuando pensamos en un mundo más justo, solemos imaginar gobiernos que respeten las leyes, instituciones que funcionen con transparencia y comunidades en donde se respeten los derechos de todos. Pero muchas veces olvidamos que ese futuro empieza mucho antes, en un lugar clave: la niñez.
Hablar de protección infantil no es solo pensar en evitar el abuso o la violencia. Es entender que los derechos de la niñez deben ser el pilar desde el cual una sociedad se edifica con equidad, oportunidades y esperanza para todos.
La niñez es una etapa crítica del desarrollo humano. No solo porque se sientan las bases cognitivas y emocionales del individuo, sino porque allí también se define la percepción que una niña o niño tendrá del mundo: si es un lugar seguro o amenazante, si puede confiar en los adultos o si debe sobrevivir por su cuenta.
Según cifras del ICBF, en Colombia se reportaron más de 20.000 casos de violencia contra las niñas, niños y adolescentes durante 2023, incluyendo violencia física, negligencia y abuso sexual (Fuente: El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, 2023). Y si bien estas cifras son alarmantes por sí solas, lo son aún más cuando comprendemos que cada caso representa un entorno roto, un sistema que falló y una oportunidad perdida de transformar el futuro de una comunidad entera.
Las niñas y niños que crecen en contextos de protección, amor y apoyo tienen muchas más probabilidades de convertirse en adultos comprometidos con la justicia, empáticos y capaces de generar cambios positivos. Así, proteger a un niño no es solo ayudarlo a él: es invertir en una generación que, con las condiciones adecuadas, podrá transformar miles de vidas.
Los derechos de la infancia no son negociables. Se trata de garantías básicas como el acceso a la educación, a una vida libre de violencia, a la salud, a una identidad y a la participación en su entorno. Pero, sobre todo, son una manera de reconocer que los niños y niñas no son simplemente el futuro, sino una parte activa del presente.
En muchos territorios de Colombia, la niñez sigue enfrentando barreras estructurales para acceder a sus derechos. Zonas rurales con baja cobertura educativa, violencia intrafamiliar no denunciada, reclutamiento forzado y trabajo infantil son solo algunos de los desafíos que amenazan su desarrollo.
La Corte Constitucional de Colombia ha reconocido que la protección integral de la niñez es una obligación prioritaria del Estado y la sociedad, y ha declarado el respeto a sus derechos como un principio orientador de todo el sistema legal (Fuente: El Observatorio de Infancia y Adolescencia, 2022). Sin embargo, la realidad demuestra que aún queda mucho por hacer desde lo comunitario, lo educativo y lo institucional.
Un país no puede aspirar a tener mejores condiciones de vida mientras existan niñas y niños que no pueden obtener espacios los ayuden a garantizar su bienestar, desarrollo y protección integral. Esto implica asegurarles el acceso a condiciones como la salud, la educación, la nutrición y un entorno seguro desde sus primeros años de vida.
Por ejemplo, un estudio del DANE evidenció que el 42,7 % de las niñas y niños menores de 5 años en zonas rurales de Colombia viven en condiciones de pobreza multidimensional (Fuente: El Departamento Administrativo Nacional de Estadística - DANE, 2023). Esto implica no solo carencias económicas, sino también falta de acceso a servicios de salud, educación de calidad y ambientes seguros.
¿El resultado? Una sociedad donde la desigualdad se hereda. Donde quienes nacen en condiciones desfavorables, muchas veces no tienen la oportunidad de romper ese ciclo. Pero si desde la primera infancia se promueve el acceso a oportunidades reales, podemos cerrar esas brechas que persisten por generaciones.
Construir una sociedad más equitativa no es solo cuestión de leyes o políticas públicas. Es una tarea que nos involucra a todos. Desde el profesor que detecta señales de maltrato en un estudiante, hasta la madre comunitaria que cuida a los niños mientras sus padres trabajan. Desde las organizaciones que acompañan a las familias más vulnerables, hasta los ciudadanos que deciden alzar su voz por la niñez.
La transformación empieza por reconocer que cada niño y niña merece crecer sabiendo que es importante, escuchado y protegido.
Muchas veces pensamos que los grandes cambios sociales empiezan con grandes decisiones políticas. Pero también se gestan en el silencio de un hogar donde un niño es escuchado, en el aula donde una niña aprende que su voz vale, o en la comunidad donde se cuida colectivamente a sus más pequeños.
Cada acción orientada a la protección de la infancia es una semilla sembrada hacia la equidad. Y si esas semillas se multiplican, las raíces de la injusticia estructural comienzan a debilitarse.
Desde nuestro rol como sociedad civil, familia, educadores o líderes comunitarios, todos tenemos la posibilidad de contribuir. A veces se trata de estar atentos a las señales de violencia. Otras veces, de abrir espacios de participación para que los niños se expresen. Y muchas veces, de apoyar programas y acciones que trabajan directamente en la promoción de los derechos de la niñez.
En World Vision creemos firmemente que construir una sociedad más justa comienza por proteger a quienes son más vulnerables: las niñas y niños. Por eso, impulsamos programas que promueven entornos seguros, fortalecen a las familias, garantizan acceso a educación de calidad y fomentan el liderazgo infantil en sus comunidades.
Porque transformar miles de vidas no es un sueño lejano: es una realidad que se construye paso a paso, niña a niño, comunidad a comunidad.
Si tú también crees que un país más equitativo empieza con la niñez te invitamos a sumarte a nuestros esfuerzos. Juntos, podemos seguir construyendo un mundo donde cada niño y niña crezca con dignidad, amor y esperanza.
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